El tiempo que se toma Alberto Fernández para designar colaboradores en las segundas y terceras líneas en cargos entre los que están las delegaciones en las provincias tiene nerviosos a referentes del FdT. No obstante el Presidente dejó bien en claro que él decidirá cada designación en función de los equilibrios entre las fuerzas que componen la coalición, fundamentalmente entre los sectores del peronismo, pero también los movimientos sociales y los gobernadores. El “albertismo” para no ser meramente síntesis del neo-peronismo necesita anclaje territorial.
Medios porteños vienen difundiendo la existencia de una “disputa entre Grabois y La Cámpora por nombramientos en los Centros de Acceso a la Justicia que funcionan en todo el país, aunque la pulseada se da fundamente por los 50 instalados en la Ciudad Autónoma y la Provincia de Buenos Aires.
Es de destacar que la función de los CAJ, creados en el orden nacional después de haber sido abiertos en Misiones por una ley de Carlos Rovira del 2009, fundamentalmente asisten al vecino y vecina que busca patrocinio jurídico gratuito y resolver conflictos cotidianos que involucran algún aspecto jurídico primario. Pero en la práctica los Centros nacionales se involucran en resolver dificultades de los consultantes para acceder a prestaciones y planes sociales; comprender los pasos y los requisitos requeridos para realizar trámites sobre documentación, seguridad social y certificaciones por discapacidad, entre otros. Es decir que los CAJs se convirtieron en una herramienta institucional para acompañar a las personas para superar obstáculos burocráticos de un mundo de trámites para ellos desconocido y hacer efectivo los derechos. En concreto son una herramienta que opera como lazo entre la gente y los programas que dan respuestas a demandas sociales.
La pulseada entre la CTEP y La Cámpora adquiere así una dimensión política paradigmática de la naturaleza de la unidad del Frente de Todos.
Es conocida la voluntad de sostener la unidad del FdT como fuente de gobernabilidad y construcción de una alternativa de poder popular que pueda disciplinar al poder económico que se expresó partidariamente en el macrismo y sus aliados. Son conocidas las firmezas de las declaraciones del Presidente, la Vicepresidenta y los referentes de las fuerzas políticas que integran el FdT.
La naturaleza de la unidad
Desde el principio, albertistas, cristinistas, massistas y gobernadores del PJ, sostenían que el FdT funcionaría como un gobierno de coalición. Todos tienen origen peronista, pero después de tantos años de conflictos y particiones, entendían que volver a integrar una misma administración no implicaría una reunificación, sino un frente cuyo primer objetivo era vencer al macrismo. A casi dos meses de gestión se verificó esa presunción: hacen un notable esfuerzo por convivir con las diferencias.
El cuidado que el Presidente le otorga a los equilibrios internos, quedó en claro en la entrevista que concedió al El cohete a la Luna y que se publicó el 12 de enero. Cuando Horacio Verbitsky le apuntó sobre la demora en la designación de cargos, su transparente respuesta fue: “Traté de controlar las designaciones que se hacían por debajo de los ministros y controlarlas no solamente en lo que hace a la calidad personal y técnica de cada uno, sino también en lo que hace a los equilibrios políticos, porque nunca me olvido que soy el Presidente de un Frente. Yo no soy el dueño de nada. Es un gobierno de todos. Entonces particularmente me ocupé de que los equilibrios no se vuelquen para un lado o para el otro, y en eso fui muy cuidadoso.”
Ese reportaje tuvo la repercusión pensada ya que Verbitsky trasciende el periodismo. Desde el CELS y su trayectoria se ha convertido en una los pensadores más influyentes en la política y sin temor a exagerar el medio alternativo que edita desde que fue prohibido por el macrismo en Página 12, se constituyó en una fuente de doctrina en la que abrevan, fundamentalmente el kirchnerismo.
Lo que sinceró Alberto en la nota no es sólo la complejidad que tiene en el armado político con los nombramientos en los cargos nacionales sino la naturaleza de la unidad de la coalición de gobierno que se respalda fundamentalmente en el peronismo. La fórmula “sin Cristina no se puede pero sólo con Cristina no alcanza” que fue el eje de la campaña no refleja cabalmente el equilibrio en el Gobierno. Los partidos satélites que adhirieron al Frente, como el MNA de Leopoldo Moreau en la provincia de Buenos Aires o el Pays de Cacho Bárbaro aquí en Misiones, no tienen peso para desequilibrar el equilibrio que pretende sostener Alberto con las designaciones. Un ejemplo contundente es el nombramiento de un peronista salteño en el FET cuando la producción de tabaco en Salta está concentrado y lejos está de tener un perfil social como en Misiones.
El desafío de mantener el equilibrio es entre peronistas. Pero nunca en el peronismo el equilibrio es estático. No es un estado de paz, inmóvil, tiene semejanza con la coexistencia pacífica del mundo de posguerra. El equilibro es inestable. Es lo que diferencia la coexistencia de la paz. Más que en valores la coexistencia se establece en base al reconocimiento del daño que puede hacer el otro. En este caso aliado.
Los espacios y los grupos internos
Es lo que explica la gravitación que ha ganado Sergio Massa y la reaparición de Eduardo Duhalde que, en el verano, se ha reunido dos veces con Cristina.
Massa ocupa un lugar central en la Cámara de Diputados no por el cargo de presidente, sino por su capacidad de diálogo con los representantes del peronismo no kirchnerista, tanto al interior del FdT como con el bloque que preside Graciela Camaño.
Se puede afirmar que el massismo tiene un proyecto bien definido en esta etapa: fortalecer su presencia en el conurbano bonaerense. Gabriel Katopodis, que había sido reelecto en San Martín, desde el Ministerio de Obras Públicas maneja el Plan Hacer creado específicamente para las pequeñas obras que se pueden gestionar desde los municipios. Malena Galmarini de Massa frente al AYSA decide las inversiones en agua y cloacas que se pueden gestionar desde los municipios. Gustavo Arrieta se convirtió en el director de Vialidad Nacional, un organismo de vital importancia, dado que es el encargado de llevar adelante y supervisar la obra pública vial de todo el país. Con la llegada del ex intendente de Cañuelas al área que depende directamente de la Presidencia de la Nación, Alberto completa un trío que fortalece todavía más su vínculo con los jefes comunales peronistas de la provincia de Buenos Aires.
Paralelamente, la flamante Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) que ha pedido funcionar como gremio, irrumpió con fuerza en la agenda pública. Agrupan a cerca de 500 mil personas. Están bajo el mismo sello el Movimiento Evita, el MTE/CTEP que conduce Juan Grabois, el Frente Darío Santillán, el Movimiento La Dignidad, la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y Barrios de Pie. Con su conformación ganaron lugares en la toma de decisiones en el Estado nacional. Asumieron en los ministerios de Desarrollo Social, de Vivienda y Hábitat y de Trabajo. Emilio Pérsico es secretario de Economía Popular en el Ministerio que conduce Daniel Arroyo. Por su parte, el Chino Navarro es secretario de Relaciones Políticas y Parlamentarias de la Presidencia. Daniel Menéndez, el referente nacional de Barrios de Pie es subsecretario de Economía Popular.
Alberto le entregó tres responsabilidades a la UTEP: por un lado la urbanización popular dentro del ministerio de Hábitat que conduce María Eugenia Bielsa. Luego “agricultura familiar”, dentro del ministerio de Agricultura. Por último la secretaría de Economía Popular, dentro de Desarrollo Social. Administrarán 90 mil millones de pesos por año, según fuente consultadas por Perfil.
Este esquema sirve de aproximación para considerar la hipótesis de que el “cristinismo”, que se ubica a la izquierda del “kirchnerismo” en esta etapa se ha reservado el rol fundamental de control desde el Congreso Nacional. La omnipresencia de Cristina es indiscutible. Además tiene una fuerte presencia en Diputados con más de 70 legisladores y la mayoría en el Senado, junto a la capacidad de movilización, le dan fuerza suficiente para presionar sobre la toma de decisiones sin necesidad de confrontar abiertamente con el Presidente.
El “albertismo” más que una síntesis
Menemismo, duhaldismo, kirchnerismo y cristinismo son rostros diferentes que han llevado al peronismo a la Casa Rosada. Ahora es el turno de Alberto Fernández. ¿Tiene rostro propio? ¿Existe el albertismo?”
Su existencia y conformación reside a priori en la unidad del movimiento que se nutre de diferentes sectores, inclusive antagónicos entre sí, tensiones que Perón manejó hasta que no pudo resolver Ezeiza y echó a los Montoneros de la Plaza. Sin resolver, esas tensiones se mantienen. No se puede negar que hay un peronismo cristinista que poco tiene que ver con las banderas que proclama el peronismo más tradicional de Duhalde. Quizá las diferencias tan extremas del peronismo estén vinculadas a su adaptación a los cambios en el escenario mundial. Esto explicaría que las diferencias ideológicas en realidad son coyunturales e históricas no ontológicas. Menem tuvo que gobernar después de la caída del Muro de Berlín, Kirchner en un mundo que reaccionaba contra el neoliberalismo y que hasta la crisis de acumulación del 2008 reivindicaba el rol central del Estado en la economía mediante el boom de los commodities.
A juicio de peronólogos, el gobierno de Duhalde representó el ala más tradicional del peronismo. Levantó las banderas históricas del peronismo sin haberse dejado tentar ni por los avances de una derecha liberal ni por los avances de una izquierda más progresista. El gobierno de Duhalde se enfocó en la búsqueda de la unidad mediante el diálogo, y con una serie de medidas sociales que buscaban aplacar los altos niveles de pobreza.
Después de la transición de Néstor, el cristinismo nació como resistencia a las movilizaciones como las protagonizadas por las patronales del campo. Tuvo que redoblar la apuesta con las estatizaciones de los aportes jubiltatorios, de YPF por lo que se corrió a la con un fuerte proteccionismo estatal.
Ahora el desafío del “albertismo” es saber combinar las facciones de este peronismo que se unió, pero que sigue teniendo discrepancias. Es el desafío que explica la moderación de Fernández.
Reducido a ser síntesis, el “albertismo” sería meramente relacional. Invisible y transicional. Consolidado en el poder abriría las puertas al massismo o a la vuelta del cristinismo.
Pero Alberto es mucho más que síntesis. En su campaña quedó explicitada su construcción. Es con los gobernadores que tienen territorio. La firma de los compromisos asumidos en Rosario con las provincias fueron más que actos de campaña. “Soy el más federal de los porteños” y “gobernaré con los gobernadores” no fueron sólo consignas. Fueron como poner una pica en Flandes, es decir que constituyen hitos en la construcción de poder.
Si el “albertismo” tiene sustancia es precisamente en la alianza con los gobernadores.