Argentina no es ajena a la tragedia del Covid-19, y los próximos años estarán signados por esta batalla global que sin dudas cambiará nuestras economías, nuestro sistema de negocios, nuestra vida cotidiana y acaso también nuestros sistemas políticos. Pero se sabe bien que crisis es oportunidad, y la otra cara de esta moneda presupone una oportunidad sin precedentes para naciones en desarrollo como la nuestra, de modo que debemos aprovechar esta nueva oportunidad para entrar en el juego de la comunidad global mientras ésta regresa lentamente a la (nueva) normalidad.
Dar ese salto importante en materia de ciencia y tecnología, sin embargo, a veces se relaciona más con nuestros recursos ocultos o inexplorados que con esperar que el mundo nos provea de soluciones mágicas. Aquí es donde Buenos Aires debe recordar que el interior argentino no es un territorio impreciso anclado en el pasado de un viejo virreinato español, sino más bien una fuente extraordinaria de recursos materiales y humanos que nos proyectan hacia un futuro promisorio y vigoroso. Nuevamente ha llegado la hora de que la capital de la nación vuelva a poner sus ojos en su dinámico territorio para que la Argentina vuelva a proyectarse hacia el mundo en la que probablemente sea la más extraordinaria reconfiguración política, económica, cultural y social de la historia humana.
No llega aún el invierno pero ya estamos ante la segunda ola de la pandemia, mucho más fatídica que la anterior, y muchas regiones del país, agobiadas por las circunstancias, no han podido escapar de lo inmediato, y sólo atinan a esperar, con cierta resignación, que volvamos a vivir en el mundo que teníamos en 2019. Pero otras regiones, conscientes de su oportunidad, han decidido aprovechar la infausta encrucijada para reconfigurarse en función de los nuevos desafíos de un mundo globalizado, que, contra todo pronóstico, prioriza hoy la mirada local sobre el viejo paradigma del siglo XX en el que todo ocurría en torno a los centros de poder económico e industrial, ubicados en las grandes áreas urbanas.
Hoy la ciencia y tecnología (TIC) es ubicua. Tiene más relación con la actitud emprendedora de sus líderes en innovación que con la proximidad a las capitales tradicionales del poder y del saber por dos razones fundamentales: en primer lugar, Internet está en todas partes, y esto es algo definitivo. De manera que la tendencia a una conexión segura y potente seguirá acentuándose en los próximos años. La información y el saber tecnológico tiene una tendencia irreversible, orientado a la expansión ilimitada. Ya no hay una distinción entre lo rural y lo urbano, entre lugares conectados e informados y zonas retrasadas con acceso intermitente a los datos. Tanto el 5 G como la conexión satelital auguran un nuevo mundo absolutamente reconfigurado.
La otra razón tiene que ver con el cambio de paradigma respecto de la vieja idea de centro-margen. Hoy el centro puede estar en cualquier parte, y, por la misma razón, cualquiera puede quedar en el margen si queda desfasada o no es consistente su relación entre lo local y lo global. Por eso el término “glocal” ha cobrado repentina importancia, y esto aún antes de la pandemia. Las extraordinarias circunstancias a las que la crisis sanitaria nos ha sometido han cambiado por completo las relaciones humanas que eran comunes el siglo pasado, y ha priorizado, como valor agregado, las iniciativas locales en función de objetivos globales. El nuevo paradigma “glocal” es juzgado por muchos como algo irreversible: es el lado virtuoso de la fatal moneda del Covid-19 que, como ha ocurrido en todas las otras grandes crisis globales, ha transformado esta crisis sanitaria en una gran oportunidad para una reconfiguración más virtuosa entre las partes y el todo y entre el centro y los márgenes.
Este es el desafío para Buenos Aires: aprovechar estos tiempos aciagos para mirar hacia adentro y reconfigurarse como un país federal con numerosos polos de desarrollo que ya están proyectándose al futuro. El mejor ejemplo está en el noreste: nuestra Mesopotamia. De un modo silencioso y eficiente, aprovechando la reconfiguración del mundo y de las actividades humanas en función de las actuales circunstancias, Misiones ha sentado las bases para erigirse en los próximos años como un nuevo centro tecnológico. La visión estratégica de la provincia, traducida en políticas estratégicas –tal como expresó, semanas atrás, Carlos Rovira, presidente de la Cámara de Representantes de Misiones- ya se manifiesta en un desarrollo sostenido, reflejado en inversiones, centros de capacitación, actividades comerciales y un esquema impositivo que favorece el desarrollo del sector de innovación tecnológica.
La provincia no es ajena a las dificultades que plantea la pandemia global, pero ha estado a la altura de las circunstancias frente a la demanda sanitaria, y su sector público-privado no se ha resignado al paradigma binario que ha paralizado las economías de otras regiones del país, como si hubiera que postergarlo todo en función de la salud pública. Tampoco ha caído en el agotador juego de la “grieta”, en una demostración de pragmatismo fundamental para estos tiempos de incertidumbre. El mundo se está reconfigurando, y nada será igual desde el gran reinicio de estos años 2020-2021. La dinámica global está indicando que regresamos a una concepción local de la economía, en la que cada región, profundamente interconectada con los desafíos de un mundo globalizado, aportan su valor agregado y negocian de igual a igual con otros agentes público-privados del globo para obtener su parte en el beneficio común. Los pesimistas dirán que esto se ve en cuentagotas, pero deberían entender que se trata de una dinámica que ya no se detendrá. Aquellas regiones que parecían irremediablemente postergadas hoy son singularidades destinadas a participar de la nueva economía global, y el ejemplo de Misiones es el más singular que ha dado nuestro país en la década que acaba de comenzar.
El Parque Industrial y la Escuela Secundaria de Innovación en Posadas (PIIP) es el ejemplo más palpable de esta silenciosa revolución en innovación. A la Escuela de Robótica, destinada a formar profesionales en las áreas TIC que se encuentran en desarrollo, y a la apuesta de Misiones por la acción conjunta entre el sector público y privado en estrategias de comercio digital, hay que sumar emprendimientos como la presentación del proyecto para instalar la primera aceleradora de e-commerce de Misiones, que está seleccionando cuatro empresas del área digital, a nivel nacional, para emprendimientos de largo plazo con sede en Posadas.
Esta sorpresiva relevancia de Misiones a escala nacional no es una expresión de deseos, sino una realidad palpable. Las oportunidades laborales, sumadas a la incorporación de profesionales del sector de ciencia y tecnología, ya posicionan a la región como firme candidato a transformarse en un polo de innovación tecnológica junto a aquellos que constituyen la vanguardia de la cuarta revolución industrial en los próximos años. La apuesta por el neoconcepto de lo glocal como estrategia de posicionamiento en la vanguardia tecnológica ha transformado velozmente a esta región argentina en un atractivo para quienes quieren escapar del agobio porteño sin privarse del microclima digital que da escalabilidad a los proyectos relacionados con el área tecnológica.
Como hemos dicho, nada de esto es factible sin una decisión política: la actual gestión de gobierno, encabezado por el gobernador Herrera Ahuad, ha apostado enérgicamente por el futuro tecnológico de la región, que ya comienza a rivalizar con el atractivo turístico de Iguazú. Sin dudas no se trata de competir, sino de acelerar la actual sinergia entre los distintos sectores de este verdadero edén natural que enorgullece al país. La revolución digital ahora está en todas partes, si las políticas públicas lo hacen posible. Y Misiones es la mejor prueba de esta tendencia. Un modelo a imitar por otras regiones argentinas que ansían salir de la rigidez del esquema centrado en la economía de las materias primas, tan redituable en el corto plazo pero impredecible en su proyección a futuro o diversificar sus industrias para llegar a tiempo al desafío de la revolución 4.0. Estaremos atentos al círculo virtuoso que sin dudas promoverá la región en los próximos meses, pero ya podemos decirlo: Misiones es, sin dudas, el ejemplo a seguir.
Por Fernando León
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